El obsequiar un cesto o canasto con frutas dispuestas a manera de decoración, resulta una buena manera de consentir a las personas que estimamos, asimismo, es una de las mejores muestras de interés, amor y cariño que pueden darse. En realidad, esta tendencia lleva gestándose desde hace siglos, inclusive, desde la antigüedad misma, pese a que muchos piensan que es un fenómeno reciente impulsado por el mercado que busca ofrecer productos acordes a festividades especiales.
Por ejemplo, en el pasado, compartir u ofrecer frutos consistía en una manera de intimar o entrar en contacto personal con un tercero. No sólo se ofrecían a las personas queridas o amadas, sino, también se entregaban arreglos de frutos sobre diversos recipientes a las deidades de los pueblos, tal y como se dio entre los antiguos griegos y romanos.
Los arreglos frutales destacan por las variadas formas en que pueden presentarse, las cuales son ilimitadas (aunque cabe señalar que dependen de la capacidad artística del diseñador floral y la calidad de los elementos utilizados). Tales arreglos se combinan, regularmente, con flores con el fin de otorgar a los beneficiarios una selecta variedad de opciones para cualquier tipo de ocasión.
¿Para qué obsequiar un arreglo conformado sólo por flores, cuando se puede dar algo que conjugue tanto el deleite del paladar como el disfrute de los demás sentidos? Eso es en efecto lo que consiguen los arreglos de frutas, repercutir en diversos sentidos para consentirlos, desde el gusto, hasta el olfato y la vista.
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